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Nuestra historia con el reflujo

El reflujo gastroesofágico es un padecimiento común en los bebés, esto es cuando los bebés regurgitan la leche que han tomado. Todos los pequeñines sacan un poco de leche de vez en cuando y es totalmente normal, aunque algunos lo hacen en mayor medida que otros.

 


Esto lo tenía claro cuando la princesa nació, y verlo con tanta naturalidad hizo que tardáramos un poco en tener un diagnóstico.  Desde que nació sacaba un poco de leche después de cada toma y yo pensaba << Es normal, a todos los bebés les pasa>>, en un principio se lo atribuimos a nuestra inexperiencia para sacar gases, pero aun cuando mejoramos en nuestra técnica estas expulsiones de leche seguían sucediendo. 

A mediados del primer mes tuvo un vómito más explosivo y en esta ocasión incluso salió por su nariz. Ésta fue la primera vez que prendimos nuestras alarmas, pero decidimos tranquilizarnos y mantenerla en observación constante (no les miento, hice una bitácora en la que anotaba la hora de las tomas, lo que yo comía y si ella presentaba vómitos). Aun cuando seguía sacando leche después de cada toma, no volvió a tener un vómito tan exagerado hasta un día antes de su consulta del primer mes.

Era un sábado y yo estaba sola con la bebé (de las primeras veces que nos quedábamos solas) y mientras las cambiaba tuvo otra vez un vómito explosivo pero esta vez note un color amarillo. Lo consultamos con su doctora y ella lo vio como un episodio aislado, es decir, la niña seguía creciendo y no presentaba llantos incontrolables, descartando así un problema grave. Aun así nos pidió mantenerla en constante observación.

Todo continuó con normalidad (o lo que yo pensaba debía ser lo “normal”)  hasta que una noche, mientras la acostaba, tuvo otro vómito explosivo y en apenas un par de minutos otro más pero de forma violenta. Preocupados, llamamos a la pediatra, eran las 12:00 am y nos dijo que aún cuando casi cumplía los dos meses (literalmente le faltaban dos días) sospechaba del píloro y pidió que de manera urgente le hiciéramos una serie gastroduodenal. Entonces nos dio la opción de internarla o esperar esa noche en casa, decidimos esperar en casa con el entendido que si volvía a vomitar correríamos a urgencias sin consultarle nada. Durante la llamada no me explicó mucho sobre lo que sus sospechas significaban y tuve que recurrir a San Google (NO LO HAGAN NUNCA), quedé aterrada con la idea de que podría terminar en una sala de operación.

Llamamos al hospital en ese instante y nos hicieron una cita para el día siguiente a las 9 am, el detalle es que nos pedían la bebé tuviera un ayuno de seis horas. Ella ya se había dormido y en ese entonces dormía de corrido de 10pm y despertaba a las 6 am, así que para que no pasara tanto tiempo sin comer la desperté a las 3 am. Comió por apenas un par de segundo y volvió a quedarse dormida y aunque le insistía no logré que siguiera comiendo. Despertó a su hora habitual, esperando prenderse al pecho como siempre lo hacia y ahí comenzó el martirio, ella queriendo comer y yo sintiéndome horrible por no poder atender a su necesidad.

Después la larga espera llegamos al hospital y realizaron la serie, es una radiografía en la que se examina el esófago, estómago, etc. utilizando un líquido de contraste. Pasaron apenas segundos cuando la bebé ya estaba devolviendo todo el líquido. 

El estudio nos ayudó a descartar problemas con el píloro y esa misma mañana se le diagnosticó un reflujo grado tres. Considerando que existen cuatro niveles de reflujo, se trataba de uno alto.  Se le controló con medicación y, además de cambiar ciertas acciones como dormirla en una almohada antireflujo y mantenerla en vertical mínimo 30 minutos después de haber comido (una verdadera pesadilla en las tomas nocturnas), a los 15 días pudimos ver resultados, nuestra niña dejó de vomitar y fue increíble darnos cuenta que lo que siempre vimos como “normal” simplemente no lo era. 

A los siete meses hicimos pruebas dejando de darle el medicamento y lo había superado al 100% .  No imaginan mi alegría cada que la escucho eructar y no expulsa leche.  Quisiera aclarar que nunca dejamos la lactancia, no hace falta dejar el pecho para cambiar a una leche hidrolizada.

Hoy quise platicar mi experiencia con el reflujo de la princesa, porque por ahí puede haber unos padres primerizos pasando por lo que nosotros vivimos.  A mi me hubiera reconfortado saber que es un padecimiento que se supera sin grandes complicaciones en la mayoría de los casos y que el mundo no termina una vez le haces frente a ese diagnóstico. También me hubiera encantado que alguien me hubiera abierto los ojos en aquellos primeros meses, algunas cosas “extrañas” pueden ser normales con los bebés pero debemos tener cuidado de normalizar todo lo que pasa con nuestros hijos.