Antes de convertirnos en padres, veíamos a los hijos de nuestros amigos en las fiestas y reuniones de noche. En ese momento nos dábamos cuenta como algunos niños morían de sueño antes de las nueve de la noche y otros niños que podían aguantar hasta la madrugada sin dormirse y nosotros quedábamos impresionados. Y así cuando la princesa nació preferimos que fuera una niña que durmiera tarde (porque imaginábamos que así seguiríamos con nuestra vida “de antes”, ya saben, “seguir saliendo de noche”).
Durante los primeros 10 meses de vida dejamos que ella durmiera casi a la misma hora que nosotros, en ocasiones más allá de media noche. Por una parte, el no tener una rutina y un horario para acostarse parecía ser muy cómodo, es decir, podíamos salir a cenar después del trabajo o hacer las compras sin preocuparnos por la hora.
De los 6 a los 10 meses nuestra niña dejó de crecer y se quedo estancada en 65 cm por varios meses en un periodo que se supone los niños tienen un ritmo acelerado de crecimiento.
Entre las recomendaciones que nos hizo la especialista que lleva su caso (la Dra. Mafer) fue comenzar a dormirla temprano (alrededor de las 8:00 pm) pero, ¿qué tiene que ver el horario en el que duerme con su crecimiento? Se ha observado que la hormona de crecimiento tiene sus picos de actividad después del anochecer y por ello es importante que el anochecer encuentre a los niños dormidos para que esta hormona pueda trabajar de la forma más eficiente, también existen estudios como el de la Universidad de Helsinki que hablan de una estrecha relación entre la calidad del sueño y el desarrollo neurológico y endocrino.
Inmediatamente después de salir de nuestra primer consulta comenzamos con las recomendaciones. La forma que encontramos para instaurar una hora de dormir fue apoyarnos con una rutina de sueño, la cual comenzaba cenando siempre a las 6:30 pm (antes me hubiera parecido una locura cenar tan temprano), de ahí sigue un baño con agua tibia, vestirse con su pijama y pañal de noche, leemos un cuento (ella acostada en su puff de dinosaurio) y un poco de leche de mami para dormir.
Siendo sinceros no pensábamos que fuéramos a tener resultados tan pronto, a los días ella comenzó a pedirnos su rutina y a sentir sueño a la hora que le tocaría dormir.
Acostarla temprano fue una ayuda enorme para nuestra salud mental. Ni siquiera nos habíamos percatado de lo cansados que estábamos de nuestra rutina anterior; que ella durmiera más temprano nos permitió volver a ver series por la noche, pedir cena a domicilio o simplemente tener un tiempo para nosotros solos.
Después de un par de meses comenzamos a recuperar poco a poco la talla y a sentirnos más cómodos con la nueva rutina instaurada. Cuando miro en retrospectiva, no se cómo sobrevivimos aquellos primeros meses, definitivamente los bebés necesitan dormir temprano y respetar sus horas de sueño fue nuestro aprendizaje de padres primerizos.